El sábado 10/8, a las 18, en el marco del Festival BAN, se presenta el libro "Masacre en el Pabellón Séptimo":
Masacres,
no motines
El 14 de marzo de 1978 murieron
quemadas, asfixiadas y/o con balazos en la cabeza, más de 65
personas en el Pabellón 7 de la Unidad 2 de Devoto.
Lo que se inició como una protesta
frente a una feroz represión, y culminó con la muerte de personas
desarmadas, desesperadas y humeantes se llamó “Motín de los
colchones”. La causa judicial viajó entre la justicia federal y la
ordinaria, y finalmente, el 30 de julio de 1979, el entonces Juez de
Instrucción Jorge Valerga Aráoz decretó un “sobreseimiento
provisorio” que la desidia, la falta de interés y el tiempo
transformaron en definitivo.
Las torturas y asesinatos cometidos a
los presos comunes durante la dictadura, incluyendo la masacre del 14
de marzo de 1978, quedaron impunes. Ningún guardia penitenciario de
los que mantuvieron las puertas cerradas mientras los presos gritaban
desesperados; ninguno de los que disparó desde las torretas a los
que se treparon a las ventanas buscando un poco de aire puro; ninguno
de los que golpeó a los sobrevivientes mientras los llevaban a las
celdas de castigo, cumplió ni un solo día de detención: los únicos
imputados de esa masacre fueron los propios presos sobrevivientes,
como suele pasar en la mayoría de los mal llamados “motines”.
Elías Neuman, que era el abogado de uno de ellos, escribió en 1985
un libro valiente e imprescindible: “Crónica de muertes
silenciadas”. En 1987, Daniel Barberis, que estaba preso en Devoto
ese 14 de marzo, pero en otro pabellón, escribió también sobre
aquel día, en un libro que se llamó “Los derechos humanos en el
otro país”. Ambos relataron hechos que, en sustancia, son los
mismos que sufrieron durante la dictadura miles de presos políticos
y desaparecidos en cárceles y centros clandestinos de detención, y
por los que se están realizando los juicios de lesa humanidad. La
única diferencia, lo único que distingue a aquellos más de 65
muertos asfixiados, quemados y baleados, es que eran presos
“comunes”. Estaban en ese pabellón por cometer pequeños
delitos, mínimas incivilidades, o por violar la ley de
estupefacientes. El Indio Solari escribió la canción “Pabellón
Séptimo” en homenaje a un amigo muerto, y “Toxi Taxi”, en la
que describe su enorme crimen: consumir drogas.
Las
presas políticas que estaban en un pabellón cercano al Séptimo
vieron el humo, escucharon los gritos, olieron durante días y meses
el espantoso aroma de la carne quemada. Temieron por su vida, pero
esa vez no fueron por ellas. Esa vez, ese 14 de marzo de 1978, a tres
meses del Mundial, los penitenciarios solo
mataron presos comunes. Y por eso no se llamó a ese hecho delito de
lesa humanidad, no se buscó a los responsables, no se los juzgó.
Por eso no hay en el pabellón séptimo de Devoto, ni en la puerta de
la cárcel, una placa que recuerde que en ese lugar se ejecutó el
terrorismo de estado en una de sus máximas expresiones.
Algunos pensamos que sí fue un delito
de lesa humanidad, y que es necesario reabrir esa causa, buscar a los
responsables, juzgarlos y condenarlos, y recordar a las víctimas.
Creemos que hay que hacerlo para que se pueda revisar un aspecto del
terrorismo de Estado que se ejecutó sobre toda una población -los
llamados presos comunes-, que hasta el momento no ha sido analizado,
y también porque hoy, en el presente, los sufrimientos y torturas
que se ejecutan sobre las personas privadas de libertad tampoco
parecen importar demasiado, salvo para las víctimas, sus familiares
y algunas pocas organizaciones sociales y de derechos humanos. ¿Cómo
se entiende sino, que no exista a nivel del poder ejecutivo nacional
ni una sola dependencia que se ocupe del tema, ni un solo programa de
prevención de la tortura, ni un teléfono que reciba las denuncias?.
Es necesario construir un puente entre
las violaciones de derechos humanos del pasado y las del presente.
Porque no es lo mismo, por supuesto, una dictadura feroz que una
democracia imperfecta. Pero es preciso entender, de una vez, que el
dolor de la carne lacerada es el mismo.
Claudia Cesaroni
15-4404-5299
@ccesaroni
@CEPOC
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