Ayer, César González subió a su muro de Facebook una nota
publicada en el diario “Crónica” que generó su indignación. Y la nuestra,
también.
César vive en el barrio, lo conoce, y conoce las experiencias
de los vecinos. Por eso, cuando publica en su muro habla de cómo los medios
tratan e interpretan al barrio, a su gente y a todo lo que allí sucede. Desde
el título se anuncia “tiroteo y pueblada en el barrio Carlos Gardel”
pretendiendo ilustrar una situación de descontrol y caos en un barrio que ya de
por sí, cuenta con un historial estigmatizador desde los medios de comunicación
que replica también en las prácticas policiales.
Pero se relatan una versión de los hechos que, como la
mayoría de los medios, obtienen de fuentes policiales involucradas en los
sucesos. Y ¿por qué es importante destacar esta cuestión? Por diversos motivos,
pero particularmente es necesario destacarlo para entender cómo se construye el
discurso y con qué objeto.
No es necesario hacer una lectura muy profunda para entender
cuál es ese objetivo que se plantean: la construcción del enemigo, ese enemigo
de la sociedad que vive en barrios que no se parecen a los “nuestros”, que no
se visten como “nosotros” y que, seguramente, no se dedican a lo mismo que
“nosotros”. Como muestra bastaría nomás con la foto que ilustra el artículo y
el epígrafe que la corona. Pero hay más. La construcción discursiva de esta
otredad tiñe a quienes habrían cometido el presunto delito, como también a “los
habitantes del peligroso barrio”, quienes según el autor del artículo,
intentaron salir en defensa de estos “delincuentes”. O “chacales”, “marginales”
como groseramente se los denomina. Traza una línea muy clara entre “ellos” y
“nosotros”. Porque no es suficiente con relatar los hechos, aunque dudamos
seriamente del relato del artículo, sino que también es necesario parcializar
la noticia para orientarla a un horizonte determinado.
Eso solo bastaría para generar nuestra indignación, pero
hablamos también desde otro lugar. Durante el año 2012 desde el CEPOC
participamos de los talleres que eran organizados en el marco del programa impulsado
por el Gobierno Nacional llamado “Envión” que estaba dirigido a adolescentes.
Con ellos trabajábamos varios temas, que al principio llevábamos nosotros
preparados de antemano, pero miércoles tras miércoles, y a medida que empezamos
a tener confianza entre todos, los chicos y las chicas nos contaban situaciones
que, en el “peligroso Barrio Carlos Gardel” –como lo identifica el artículo-
pasaban a diario: allanamientos ilegales por las noches en los que tiraban
abajo puertas, entraban manadas de policías muy numerosas, golpeaban a todos
los que dormían en el lugar y, en muchos casos, cuando no encontraban los que
supuestamente entraban a buscar, plantaban armas o drogas; persecuciones y hostigamiento
permanente a los chicos y chicas del Barrio, al punto tal que las fuerzas de
seguridad no les permitían salir de los “límites” del barrio; detenciones
arbitrarias; “paseos” en los patrulleros, persecución a quienes manejaban motocicletas, especialmente
si parecían ser jóvenes –algunos casos tuvieron resultados fatales-, y tanto
más. En la mayoría de esos casos sabían quién era el personal que participaba,
a qué comisaría pertenecían. Las descripciones de los hechos como los nombres y
las comisarias, siempre se repetían.
Era tanta la necesidad de los chicos de hablar de estas
situaciones que los encuentros se transformaron en debates siempre sobre esta
misma temática. Cuántos miércoles llegábamos y nos recibían con un “no saben,
ayer allanaron de nuevo”.
Además de este trabajo, junto a la Asociación Civil de
Familiares de Detenidos en Cárceles Federales (ACiFaD) acompañábamos y
asesorábamos a familiares y amigos de personas que se encontraban detenidas o
vinculadas de algún modo al sistema de justicia penal. Hoy, ese trabajo que
continúa a cargo de ACiFaD se convirtió en el programa “Comunidad + Prevención”
que impulsó el propio Municipio de Morón: http://cepoc-cepoc.blogspot.com.ar/search/label/Familiares%20de%20detenidos Desde ese lugar también tomamos contacto con
muchas familias que fueron víctimas de causas armadas, usados como chivos
expiatorios para resolver hechos en los cuales la policía no podía, o no
quería, encontrar a los autores.
Todas estas prácticas habituales reflejan el grado de
violencia institucional y violencia simbólica que sufren quienes viven en el
Barrio. Violencia que, por supuesto, no se encuentra comprendida en los
términos de “inseguridad” desde los que habla el artículo. Que, claramente, no
se encontraba en la cabeza del autor quien con la utilización de esos adjetivos
que antes señalábamos intenta apuntalar la versión que se debe haber obtenido
del personal policial. Porque ellos no le van a relatar los modos violentos que
tienen en su accionar, la vulneración constante de derechos básicos que todos
tenemos.
Por eso le creemos a
César cuando dice que los vecinos le reclamaron a los policías por esos dos
chicos a quienes venían persiguiendo, les dispararon en la cabeza y no
quisieron trasladar al hospital. Indignados, enardecidos seguramente, pero
reclamaron. Porque ya escuchamos historias similares y en última instancia es
la justicia la que debe resolver el conflicto, no solo sobre el hecho que
supuestamente cometieron los chicos que fueron baleados, sino aquél en el que
habrían participado los vecinos del Barrio. No es, o no debe ser rol de los
medios de comunicación el de ser acusador, y mucho menos sentenciar con
adjetivos sobre culpabilidades oportunas.
Las consecuencias de esto se ven luego reflejadas en
políticas que no tienen en miras la solución de conflictos, sino el aporte a la
construcción de estas pantallas (“Mega
´simbólico´ operativo en el Barrio Carlos Gardel (http://cepoc-cepoc.blogspot.com.ar/2011/06/mega-simbolico-operativo-en-carlos.html)
En medio de debates sobre el rol de los medios de
comunicación, la proliferación de discursos de “mano dura” y estigmatizantes,
nos encontramos ante un perfecto ejemplo de todo ello, concentrado en unas
pocas líneas nefastas.
Por eso nos sentimos en parte responsables de salir a contar
aquella verdad que los medios no reflejan o, incluso, pretenden ocultar. Y es responsabilidad de todos desenredar los
nudos de estos discursos y cuestionar aquello que se da por sentado.
Denise Feldman
CEPOC
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