Hoy, a patir de una invitación del Defensor
Penal Juvenil de La Plata, Julián Axat, participé en nombre del CEPOC en
una audiencia pública convocada por el Juez en lo Contencioso
Administrativo, Luis Arias, para discutir dispositivos de internación
específicos para niños/as y adolescentes afectados por problemas de
salud mental y adicciones. Cuando me tocó hablar, dije esto:
Nosotros trabajamos, centralmente, con jóvenes que llegan a la cárcel, y con sus familiares, con los familiares de personas privadas de libertad.
Casos donde el
Estado, no es que no haga nada, o que no tenga políticas públicas,
las tiene, y atraviesa a esos jóvenes, en vez de con políticas de
promoción de derechos, con políticas de exclusión de derechos. A
veces, esos casos terminan en muerte, o en vidas arruinadas, como
relatabau
una
mamá, porque las madres son en general quienes se hacen cargo de
estos dramas, poniendo su vida, sus cuerpos, y su corazón al
servicio de sus hijos más débiles, más torcidos, más imperfectos,
incluso, al costo de dejar de prestar atención al resto de sus
hijos.
En estos días, un
caso en el que el Estado apareció así, haciendo todo lo malo que
podría hacer, ha ganado cierto espacio público: el caso de los
jóvenes condenados a prisión perpetua por delitos cometidos antes
de los 18 años de edad.
En este mismo
momento, en Costa Rica, se está haciendo una audiencia ante la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, en la que expertos y expertas,
abogados y abogadas, están discutiendo si está bien, si es ajustado
a derecho, encarcelar a adolescentes a los 16 y 17 años, y decirles
que, con suerte, si siguen vivos, si el servicio penitenciario les
pone buenas notas, van a poder salir en libertad condicional cuando
tengan 36 y 37 años. Entre esos jóvenes, obviamente, hay
problemáticas de adicciones, previas al encierro, y posteriores,
porque el encierro cristaliza tanto las adicciones "ilegales",
como las "legales", a través de la utilización de drogas
para mantener a adolescentes, jóvenes y adultos, más o menos
tranquilos, durante años de encierro improductivo, apagadas sus
energías, silenciados sus reclamos.
Estos jóvenes
también arrastran enormes dificultades de orden psicológico, las
que tendría cualquiera de nosotros si se hubiera socializado en
instituciones militarizadas, donde el ejercicio de autonomía es una
excepción, y en la mayoría de los casos, una transgresión
perseguida y castigada.
El tipo de
atención que tienen las personas jóvenes que llegan a la cárcel
para sus problemas de adicciones y sus problemas psicológicos son un
eslabón más en la cadena de violaciones de ddhh que se cometen en
las instituciones de encierro, públicas y privadas.
Entonces, además
de todo lo que se ha dicho, creo que es preciso vincular lo que
estamos conversando hoy con la problemática de la prevención de la
tortura y los malos tratos en las instituciones de encierro, a través
de mecanismos de visita independientes, integrados por representantes
de organizaciones sociales y de ddhh, a través de una ley
provincial, mediante la que se garantice el ingreso irrestricto a
todas las instituciones de encierro, públicas y privadas, sin aviso
previo, incluyendo por supuesto, las comunidades terapeúticas donde
se encuentran alojados, y en gran cantidad de casos, sometidos a
tratos crueles, inhumanos y degradantes, a tratamientos humillantes y
destructivos de la libertad y la dignidad humanas. Por supuesto, como
aquí se dijo, esa situación incluye a los llamados hogares,
residencias, etc. Esos mecanismos, no solo tienen que tener
facultades de visitar, sino de hablar en privado con todas las
personas, aún niños pequeños, aún con problemas psiquiátricos
graves, aún con graves adicciones, y de efectuar recomendaciones que
generen algún tipo de obligación por parte del Estado, para que
cesen esas prácticas.
Dejo una parte de
mi tiempo a Lidia Avellaneda, madre de Maximiliano Godoy Avellaneda,
un adolescente que, como los jóvenes que mencioné, estuvo
atravesado por determinadas políticas públicas del Estado , que
terminaron con su vida.
Hoy también se hizo una audiencia en Costa Rica, convocada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, para analizar el caso de los jóvenes condenados a prisión perpetua en la Argentina. Luego de varias horas de exposiciones de expertos/as; alegatos de la Defensa pública, en nombre de las víctimas, del Estado, y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, se fijó una nueva y última fecha, para el 30 de setiembre, porque la Corte quiere resolver "en este año". El Estado reconoció su responsabilidad, en lo que llamó "un error judicial": imponer penas de prisión perpetuas a adolescentes. Sin embargo, ese "error" sigue transcurriendo, y hoy, ahora, esos jóvenes siguen presos.
Claudia Cesaroni,
30 de agosto de 2012
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