Mucho se ha hablado en estos días sobre la despenalización de la tenencia de drogas a raíz de la nueva postura Argentina en materia de drogas presentada por el Ministro Anibal Fernandez ante la ONU. Han hablado funcionarios del gobierno, han hablado periodistas, han hablado supuestos “especialistas en adicciones”, y ha hablado la Iglesia. Se ha dicho en ciertos medios “que la despenalización solo haría liberar la droga en el país”, se ha dicho desde la Asociación Antidrogas “que la despenalización del consumo es un genocidio”, se ha dicho desde la Iglesia que “la droga un sinónimo de muerte” y que “la violencia juvenil reciente se relaciona con la difusión del paco”.
Ciertamente mucho hay para decir sobre las problemáticas relacionadas con el uso de drogas, eso nadie puede dudarlo. Sin embargo si no revisamos los términos, los conceptos, las representaciones, las categorizaciones que realizamos cuando hacemos referencia a esta problemática podemos caer en graves y peligrosas falencias.

La despenalización sólo haría liberar la droga en el país
Error. El proyecto para despenalizar la tenencia de la droga para consumo personal se refiere a sacar del ámbito policial, judicial y penitenciario el abordaje de las problemáticas relacionadas al consumo de drogas, que no es lo mismo que legalizar. Actualmente rige la ley 23737 la cual determina que si una persona posee drogas y por su escasa cantidad se determina que es para uso personal puede llegar a cumplir de un mes a dos años de prisión o bien, como alternativa a esta medida deberá realizar un tratamiento compulsivo, esto es ordenado por un juez, para su “rehabilitación”. La despenalización apuntaría entonces a quitarle al sistema penal la jurisdicción sobre esta problemática. Ya no sería la policía, ni los jueces los que deberían intervenir en estos casos, sino las políticas sociosanitarias, educativas y culturales. Por otro lado, no caería ya la carga estigmatizante del mote de delincuentes sobre quienes consuman drogas. La penalización de la tenencia no ha demostrado más que retrocesos en la materia: clandestinizando al usuario de drogas lo ha separado del sistema de salud obstaculizando la atención de los problemas asociados al consumo como también aquellos que provocan otras patologías.
Quienes afirman que despenalizando se libera la droga no hacen más que confundir la despenalización con la legalización de las drogas. Legalizar la droga es otra cosa. Legalizar significa que el Estado proceda a fiscalizar el mercado de drogas, tal como lo hace con el alcohol o el tabaco. Pero para que quede en claro ni siquiera la legalización del cannabis está presente hoy en la agenda política.

La despenalización del consumo es un genocidio
Primer error es afirmar que lo que se pretende despenalizar es el consumo, cuando el consumo ni está penado ni puede penarse. Entendamos bien este concepto. Nadie puede prohibir que otro consuma algo (por más que considere que ese algo lo puede llegar a dañar) porque el consumo es un acto privado y como tal exento de la autoridad de los Magistrados. Sin embargo, “los Magistrados” han apelado a un artilugio legal para indirectamente penar el consumo de drogas a través de la penalización de la tenencia.
Segundo error, aún más obvio, es relacionar la despenalización con un genocidio. Basta con recordar que con genocidio se alude a la “ejecución de un plan masivo y sistemático con la intención de destrucción total o parcial de un grupo humano como tal” para denostar aquella afirmación.

La droga un sinónimo de muerte

Decir que la droga es sinónimo de muerte equivale a homogeneizar un fenómeno que en su esencia no puede sino ser pluridimensional y heterogéneo. Los efectos que el uso de drogas ocasiona en los sujetos varía en la misma proporción que sujetos haya, por lo tanto: no en todos los casos los efectos de la droga ocasionan la muerte; no todo uso de drogas se convierte en adicción y por lo tanto no todo usuario de drogas es adicto; no todo uso de drogas genera dependencia; no en todos los casos la misma cantidad de la misma sustancia ocasiona los mismos efectos. Sin embargo pese a las evidencias acerca de la diversidad de las sustancias psicoactivas disponibles, la multiplicidad de sus usos y de los contextos en los que se producen, habitualmente se insiste en homogeneizarlos y caracterizarlos como un problema universal, atemporal y ahistórico. Establecer que la droga es sinónimo de muerte obedece a este tipo de caracterizaciones.

La violencia juvenil reciente se relaciona con la difusión del paco
El otro punto que retoma el discurso eclesiástico pero que también está en el acervo popular es esta cuestión de vincular la violencia juvenil reciente con la difusión del paco. Desde el vamos, si se vincula la violencia juvenil reciente con la difusión del paco, significa que previo a la aparición en escena de esta sustancia, había ya violencia juvenil. Por lo tanto tal vez más que centrarnos en la sustancia en sí, un buen ejercicio sería ponernos a reflexionar sobre qué pasa con esta juventud que se expresa a través de la violencia y a través de la intoxicación con una sustancia tan dañina. ¿Es el paco que genera esta violencia o es una sociedad devastada que no da lugar a la juventud?, ¿es el paco el culpable o será que el oscuro presente obnubila un futuro posible (ni siquiera idílico)?, ¿es el paco el que genera la violencia o es el rechazo constante, la estigmatización y la criminalización de una sociedad excluyente quien la genera?. Como sociedad tenemos que empezar sacándonos la careta: lo que genera la violencia (inscripta en toda la sociedad no sólo en la juventud marginal como el estereotipo señala) pasa por otro lado. El paco, como cualquier otra sustancia legal o ilegal puede ser expresión de este escenario, pero si no se resuelve esto y solo se ataca a la sustancia, mañana será reemplazada por otra figura y el problema seguirá estando. Por eso es importante mirar todas las variables del problema para ahí sí plantear un abordaje integral. Pero antes tenemos que saber de qué hablamos y cómo hablamos.

No hay comentarios.: