LA Inseguridad

Sobre la alarma, el alarmismo y algunos datos

Informa el Diario Clarín del lunes 19 de noviembre que según una encuesta del Centro de Estudios en Opinión Pública (CEOP) la “inseguridad” es ahora el principal reclamo de la mayoría de los argentinos (aunque no queda claro si lo es para el 59% o para el 73%).

Por supuesto, cuando se utiliza la palabra inseguridad en esta forma, se hace referencia exclusivamente al miedo de ser víctima de un delito callejero. No se refiere ni a la posibilidad de ser víctima de un gran delito económico organizado, o a la violencia familiar, o a la posibilidad de perder una prestación social, o el trabajo. LA inseguridad.

Todo parece indicar, entonces, que la inseguridad entendida como posibilidad de ser víctima de un delito callejero está peor ahora que antes. Se citan cifras que alarmarían a cualquiera (¡2000 homicidios dolosos por año!).

Es cierto que se carece en la actualidad de ningún plan integral de política criminal. No lo hay. Pero también es innegablemente cierto que el número de hechos de violencia interpersonal (robos, homicidios, ataques) que se puede medir se encuentra en leve descenso desde hace al menos tres años.
Sin embargo la encuesta no engaña: LA inseguridad es ahora la principal preocupación. Pero el informe hasta podría leerse de forma positiva, pues la encuesta mide términos relativos y arroja proporciones. Es decir, mide, del total de las preocupaciones de la opinión pública, cuánto pesa cada una. Entonces, la inseguridad ocupa un mayor espacio en las preocupaciones porque las otras (la educación, la desocupación y la atención en salud) han disminuido. Podría afirmarse: “la gente entiende que ahora es menos preocupante el estado de la salud, la educación y el desempleo”

Pero hablemos de inseguridad sin embarrar la cancha. De LA inseguridad.
Señala la nota que ¡hay nada menos que 2000 homicidios dolosos por año! Y esto lo confirman las estadísticas oficiales. Los homicidios dolosos, justamente, son la estadística más fiable. Es muy difícil que un homicidio quede sin reportar, sin denunciar o provocar al menos una intervención policial por “averiguación de causales de muerte”. No es una estadística fácil de falsear.

2000 homicidios parecen muchos. Pero midiendo los casos que cayeron bajo conocimiento del total de las fuerzas de seguridad de todo el país en los últimos años los homicidios dolosos pasaron de un pico de 3453 en el año 2002, a 2876 en el año 2003, 2259 en el año 2004 y 2115 en el año 2005.

Es estrictamente cierto que hay 2000 homicidios por año. Pero ¿acaso sirve de algo saber eso si no se informa que los años anteriores fueron más y no menos? Y que comparados con otros países la tasa de homicidios nos coloca como un país relativamente pacífico: 7,2 cada 100.000 habitantes (bastante mejor que todos los países grandes de Latinoamérica salvo Chile). Y dentro de las grandes urbes, los porteños rankeamos bastante bien: 5 cada 100.000 (parecido a París y lejos de los 50 de Washington D.C., 41 de Río de Janeiro y 20 de Ciudad de México).

Los totales de los delitos contra la propiedad muestran la misma curva. Crecen durante los 90, pegan un salto de 782.784 en el año 2001, a 936.864 en el año 2002, y luego bajan nuevamente hasta 739.250 en el año 2005.

Desde los años 90 hasta el 2001 todos los delitos registrados relacionados con la violencia interpersonal en la calle y contra la propiedad han mostrado una curva de crecimiento cuyo pico se registra en el año 2002. Fue en esta décadas que cambiaron las escalas definitivamente ¿Hace falta recordar qué ocurría en este período? Los procesos de producción de desigualdad social, desempleo y todos los efectos desgarradores del tejido social que esto trae aparejado, siempre se ven acompañados por fuertes crecimientos de los delitos de robo callejero y violencia interpersonal. Sin embargo, desde que el proceso de ruptura se frenó en el año 2003 y comenzaron a darse algunos tibios indicios de mejora en lo económico y social, las cifras de este tipo de delito han ido decayendo muy levemente.

La nota no dice que estemos peor que unos años antes. Pero da lugar a malentendidos al no contextualizar las cifras alarmantes. Lo que definitivamente no es cierto es que no haya información libre sobre este punto, como se dice. Las estadísticas están a disposición de cualquiera en el sito “wwwpolcrim.jus.gov.ar” y son de fácil acceso.

Estas curvas del delito violento de estos pocos años no llegan a revertir, ni mucho menos, la pendiente ascendiente de los años 90. Así como tampoco las mejoras en la economía pueden hacer volver al país de los 80. Pero sí significan una tendencia que debería ser informada, si la intención no fuera más que el alarmismo.

Por supuesto, si se producen entre 3000 y 2000 homicidios por año y entre 730.000 y 750.000 robos, siempre va a haber hechos para espantarse y ponerlos en las noticias y los diarios de todo el país. Pero creemos que es deber del comunicador social dar los datos para poder “leer” esas cifras tan alarmantes y no ayudar a que se siga embarrando la cancha.

Empezamos diciendo que podía ser leído como positivo que gran cantidad de gente ahora ya no cree que los problemas en la salud en la educación y la desocupación, sean tan graves. Terminamos afirmando lo contrario. Eso es, justamente, lo preocupante. Que “la gente” supuestamente haya olvidado la urgencia de seguir mejorando estos puntos. En primer lugar, porque las cuestiones del desempleo, la salud y la educación siguen siendo déficit que merecen urgente atención, y cuyas víctimas no sólo se miden en muertes y sufrimientos actuales, sino futuros, y tan dispersos e incontables que es imposible medir. En segundo lugar porque ellas son las condiciones de “LA inseguridad” tal como se la concibe ahora. “LA inseguridad” es el chivo expiatorio (o la cortina de humo), que para un lado u otro, desplaza la atención de la problemática de fondo a la que está atada irremediablemente.

Probablemente, entonces, si en algún momento del país hay mejoras económicas (independientemente del problema de a quién le corresponde ese mérito) y se frene el proceso de creación de desigualdad, se sientan sus efectos positivos en los campos de “educación”, “salud” y “desempleo” mucho antes que en “seguridad”. Y por eso es lógico que haya pasado ésta al frente como preocupación, y las otras hayan descendido. Tomará mucho tiempo revertir los efectos de un tejido social quebrado y un mercado que se enriquece con el desempleo masivo. La violencia interpersonal no es un problema que acompañe los vaivenes del mercado automáticamente. Más bien, estos cambios generan impactos en las posibilidades económicas y en el mundo laboral, y, todo ello conjuntamente, en las condiciones culturales y en las formas de socialización. Todo esto influye y de maneras complejas.

No hay plan de política criminal que pueda revertir un proceso de descomposición social, su utilidad se limita a dar coherencia y racionalidad a las respuestas del Estado frente a los ilegalismos y los delitos. Cualquier proceso de reducción la violencia interpersonal sólo será posible con la producción de igualdad de oportunidades como garantía y telón de fondo. Está será siempre una condición necesaria.

Buenos Aires, 20 de Noviembre de 2007

Mariano Gutiérrez
Área de Estudios Criminológicos del Centro de Estudios en Política Criminal y Derechos Humanos (CEPOC)

Contacto:
15-5653-5380

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me interesan los datos que citan, pero no puedo acceder a esa info en la página del min. de justicia ¿podrían detallar como llegar a ella?
gracias

CEPOC dijo...

Desgraciadamente, desde mediados del año pasado el Ministerio de Justicia dejó de publicar ls estadísticas del SNIC en internet. Ignoramos las cusas de este cambio. Para conseguirlas hay que dirigirse a la Dirección Nacional de Política Criminal. Algunos datos estadísticos están en el libro de Mariano Ciafardini, desde hace ocho años el director de esa dependencia.

Suerte!!!

Anónimo dijo...

muchas gracias